
Hace un tiempo reflexionaba sobre las relaciones humanas y sobre nuestra identidad social. Hemos estudiado y aprendido que somos seres sociales, que necesitamos pertenecer a un grupo; ya sea familia biológica, pareja, grupos de amistades, familia elegida, etc. Sin embargo, esta necesidad social a veces se torna obsesiva o acuciante con nuestro único objetivo de siempre tener a alguien a nuestro lado. En consecuencia, sufrimos y nos frustramos, nos vemos incapaces de soportar un poco de soledad o una vida individual en soledad. Es cierto que me estoy yendo al extremo, pero como mujeres, a veces nos convencemos a nosotras mismas con esta mentira tan profunda: sin una pareja ya sea temporal o permanente, no estamos completas, no nos sentimos seguras, ni tan siquiera nos sentimos capaces de seguir adelante en nuestras vidas. En unas pocas palabras: no somos felices. Quizás nos vemos identificadas en algunas de estas fases. No obstante, no podemos negar que el sentirnos y vernos amadas y queridas por nuestra pareja, nos aporta una de las mayores felicidades. Pero también debemos ser conscientes que nos rodean familiares y amistades, las cuales por diversos motivos, viven su felicidad en plenitud sin sufrir por la falta del amor romántico compartido.
Entonces ¿cómo poder enfrentarnos a esta realidad? Ante todo, empecemos por amarnos a nosotras mismas. Cada una somos una criatura única e irrepetible de gran valor, con nuestras virtudes y diferente experiencia de vida. Sin embargo, estos diferentes factores en nuestra historia personal, en nuestra biografía, nos van marcando y puede ser que nos vayamos vaciando de ese amor por nosotras mismas, esa autoestima, ese valor positivo y nos vamos llenando de pensamientos negativos y quizás, hasta de autodestrucción. Así que ¿dónde hallamos el punto de inflexión para salir de esta especie de cápsula oscura cerrada? Tenemos la certeza y gozamos de las verdades del Señor Jesucristo y el mayor amor que un Padre realizó: entregar a su único hijo a muerte por el pecado del ser humano. Ya que esta terrible experiencia, terminó con el mayor evento jamás vivido: la Resurrección del Señor Jesucristo, venciendo al mal y a la muerte. Entonces busquemos a Dios, aceptemos Su Perfecto Amor hacia nosotras.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33
Pero ¿todo esto qué tiene que ver conmigo? En realidad “TODO”, queridas amigas. Para Dios somos una preciosa creación de gran valor y esto es una realidad. En el momento en el que nos encontramos con el Señor Jesucristo por primera vez, tenemos la certeza de que siempre estará a nuestro lado, nunca nos dejará ni nos abandonará.
El Señor Jesús dijo en Mateo:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Mateo 11:28-30
Y… entonces ¿cuáles serían algunos de los próximos pasos a seguir? Algunos serían responder: ¿Quién soy? ¿Qué cosas buenas tengo y debo seguir proyectando? ¿Qué aspectos me gustan menos y debería mejorar o cambiar?, siendo autocríticas con nosotras mismas. ¿Cuáles son esos aspectos positivos que la gente aprecia en mí, y de los cuales debería sentirme orgullosa? Y finalmente, vayamos aumentando nuestra autoestima, vayamos fortaleciendo nuestras aptitudes; sigamos conociendo y aprendiendo cada día más de Nuestro Salvador y Señor Jesucristo quien es nuestro modelo perfecto a seguir.
Pero como casi todo en esta vida; este es un proceso cuyo ritmo solo puedo marcarlo yo con la ayuda y al amparo del Señor Jesucristo.
estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;
Filipenses 1:6




















