«En aquel tiempo, unos sabios que venían desde el oriente llegaron a Jerusalén y preguntaron: ‘¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarlo‘». (Mateo 2:1-2, énfasis de la autora.)

Un largo viaje, nada de comodidad, pero muchos deseos de encontrar “al rey”. Aquellos hombres sabios, que ni tan siquiera eran judíos, decidieron emprender una travesía, siguiendo solo el rumbo que les trazaba una estrella, para adorar al rey.
Entre tanto que encierra la Navidad a veces Jesús se nos pierde, se nos pierde porque estamos buscando muchas otras cosas. Y, a diferencia de los sabios, nos embarcamos en otras travesías que, en lugar de acercarnos a Belén, nos alejan.
Navidad es buscar al Rey…para adorarlo.
La Biblia no nos dice por qué Dios escogió a aquellos hombres, a quienes hoy muchos conocen como «los reyes magos», para ser partícipes de este gran milagro, pero es evidente que sus corazones estaban buscando. Y siempre que nos propongamos buscar a Dios, lo encontraremos.
“Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme” (Jeremías 29:13).
Estos viajeros orientales no buscaban al rey para corroborar una teoría astrológica… ¡lo buscaban para adorarlo!
Dios sigue buscando lo mismo. Corazones sensibles, dispuestos a embarcarse en la mejor de las travesías para que descubran el mejor regalo de todos: una relación con él, a través de Jesús, mediante la experiencia de adorarle y conocerle.
Hoy que se celebra el «Día de reyes», tenemos algo en lo cual reflexionar. Ellos nos dieron una lección que podemos imitar.
Busca un momento en el día, en medio de los ajetreos, los preparativos, y haz lo que hicieron los sabios…adora a Jesús. Él te está esperando. No necesita oro, ni incienso, ni mirra, porque ahora ya está sentado junto a su Padre en el trono que un día dejó para venir a Belén. El mejor regalo que le puedes darle es tu corazón rendido, dispuesto a adorarle, a escucharle, y conocerle.
Si nos ponemos a pensar, en cierto modo esta fue la primera expedición misionera de la historia. Aquellos hombres extranjeros de seguro regresaron a sus países contando todo lo que habían presenciado. Así que además de adorar al Rey, no olvides compartir con otros a JESÚS.
(Este artículo es parte del libro «El corazón de la Navidad»)
Bendiciones,
Wendy