
Para leer – Mateo 2:3-6
Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel.
Para meditar – Ayer vimos como los sabios de Persia llegaron al palacio de Herodes a preguntar por el Rey de los judíos que había nacido. Ellos pensaban que los dirigentes políticos de Israel estarían contentos y serían conscientes de la importancia de este hecho, pero Herodes, en realidad, se turbó ante la noticia pensando que habría alguien que le arrebataría el trono.
Herodes el Grande era un rey cruel, un edomita que inspiraba a partes iguales miedo por su proceder y admiración por las grandes obras arquitectónicas que realizaba. Motivado por su paranoia incesante, asesinó a los miembros del Sanedrín, a su esposa, su suegra y sus tres hijos. Y enviaría también a matar a todos los niños menores de 2 años nacidos en Judá al no poder encontrar a Jesús.
Y es que una de las equivocaciones más grandes de los judíos fue esperar a un Mesías guerrero, líder militar que los liberaría de las injusticias de Herodes y del yugo romano. Esperaban un “superman” que los liderara hacia la victoria sobre todos aquellos que los gobernaban.
Nada más lejos de la realidad. El Mesías llegó, sí. Pero no como un líder militar, sino como un niño envuelto en pañales que apacentaría a Su Pueblo de una forma que nadie esperaba: con amor, poniendo a los demás por delante de uno mismo, ofreciendo gracia y misericordia al que falla, poniendo a Dios en primer lugar para que todo lo demás se coloque en el lugar correcto.
El Mesías, el Cristo, el Rey de los judíos, llegó. Fue un rey inesperado, sí, pero sin duda era el rey que tu corazón y el mío necesitaba.
Celebremos nuestra Navidad Simple, celebremos una Navidad centrada en Cristo y en las personas a nuestro alrededor. Celebremos con un corazón agradecido por ese Rey en pañales que nació para un día morir en una cruz y darnos vida eterna.
Para hacer –
Hagamos nuestro al amor de Cristo. Piensa hoy en las personas de autoridad en tu vida: tus jefes, tu pastor, los ancianos y líderes de tu iglesia o de ministerio… ¿Qué puedes hacer por ellos hoy? Piensa en una forma sencilla de reconocerlos en el día de hoy. Puede ser algo simple como una tarjeta, algo recién salido de tu horno, una nota de agradecimiento o una simple llamada telefónica agradeciéndoles por su labor y diciéndoles que oras por ellos.
Edurne