Familia

La muerte de un hijo: impacto en la pareja

Ante el ‘tsunami’ del duelo “Es común que las parejas enfrenten conflictos tras la pérdida de un hijo. Las razones son variadas y complejas”  La muerte de un hijo o una hija es una de las experiencias más duras, difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano. En muchas ocasiones, dependiendo de cómo haya ocurrido el fallecimiento, los padres se sienten responsables de no haber protegido suficientemente a sus hijos, y su pérdida, suele ser vivida como un fracaso y con una gran culpabilidad, por ello es frecuente que la muerte de un hijo produzca tensiones y conflictos en la vida de pareja. El dolor no se vive ni se expresa de la misma manera. Muchos creen que su pareja no siente el dolor de manera suficiente o al contrario, que está exagerando el sufrimiento. Cuesta comprender que el dolor tiene siempre un componente individual, subjetivo e intransferible.

 Las parejas deben aprender a respetar sus dolores y la manera de vivirlo y expresarlo, de otro modo, habrán de enfrentar no solo el duelo de la pérdida de un hijo, sino el desgarro de un conflicto de pareja.

ALGUNOS CONFLICTOS Y TENSIONES QUE SE GENERAN EN LA PAREJA. Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera. Un miembro de la pareja puede sentir, por ejemplo, que al otro no le ha afectado tanto la muerte porque no llora o porque no quiere hablar del fallecido. A veces, la necesidad de parecer fuerte, puede interpretarse por el otro como falta de interés.

 Culpar a la pareja. Es frecuente que uno de los miembros de la pareja piense que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Esto suele traducirse en reproches continuos o en sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro. Entre las parejas que han perdido un hijo es muy frecuente escuchar: “deberías haber hecho…”, “si hubieras sido…”, “tendrías que haber…”, “por culpa tuya”. Lo cierto es que nadie en su sano juicio actúa de manera tal de provocar la muerte de un hijo, por lo tanto, dichas frases son tremendamente destructivas, destruyen la relación de pareja y ahondan en la crisis.  “La culpa, la que sea, es siempre un callejón sin salida, oscuro, en el que, irremediablemente, nos estrellamos. Como un parásito, se adueña de nuestra mente hasta que enfermamos. Con la culpa como compañera de viaje es imposible avanzar porque nos remite siempre al pasado” .  (Mercé Castro Puig, periodista catalana) 

 Falta de sincronicidad. No solo se vive el dolor de forma distinta, también, se experimenta en momentos distintos. En un primer instante uno de la pareja tiende a ser fuerte, protector y consolador. Eso implica no darse permiso para expresar sus emociones con la misma intensidad que su pareja. Al pasar el tiempo dicha persona, puede comenzar a revivir el hecho y expresar el dolor, como no lo hizo antes. Esta falta de sincronización produce en muchas ocasiones conflictos de pareja, porque el que está empezando a recuperarse no entiende que su pareja esté en otro momento vivencial, incluso depresivo. Puede ocurrir que la pareja no viva al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las recaídas. Esto puede crear la sensación de que uno siempre está inmerso en el dolor, y puede contribuir a que se eviten el uno al otro en los momentos difíciles, para no recaer en el sufrimiento.

 Las relaciones sexuales. Una faceta que se tiende a obviar es la vida sexual. En este contexto ocurren dos fenómenos opuestos. En las relaciones sexuales, puede ocurrir que las necesidades de uno incluso aumenten, mientras que las del otro disminuyan o desaparezcan. Esto puede ser fuente importante de conflictos. El hombre, en general, tiene una sexualidad más genital, y es capaz de separar el deseo sexual de su situación emotiva. La mujer puede sentirse incapaz de desear, si está triste o enfadada. Es perfectamente natural querer disfrutar de vez en cuando del sexo y otros placeres, los momentos de dolor ya vendrán por si solos.

 Negación de la muerte de un hijo: Uno de los senderos transitados por los padres que pierden a un hijo es la negación. No enfrentan el hecho ineludible de que el hijo ya no está. Podría darse el caso de que uno lo acepta de forma más realista que el otro y eso también puede ser fuente de conflictos entre la pareja.

 Asumirse como víctima ante la muerte de un hijo. Muchas personas actúan como si su dolor fuera más intenso que el de su pareja. En las culturas centradas en la madre, esto suele ocurrir con más frecuencia en mujeres que actúan como si fueran las únicas dolientes o que su sufrimiento fuera más importante, por ser madres. Eso es ilógico, infundado, falso, injusto y dolorosamente cruel con la pareja. Todo padre sufre el dolor por la pérdida de un hijo, y no tiene ningún sentido racional comparar el dolor de cada uno.

MEJOR DOS QUE UNO
 … También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas, ¿cómo se calentará uno solo? (Eclesiastés 4: 9- 12)

Olvidarse de ser pareja ante la pérdida de un hijo : “Cuando la pareja es fuertemente conmovida por la muerte de un hijo, es comprensible que cada uno de los padres esté sumergido en su propio dolor y que la relación de pareja no esté, en ese momento, en el primer lugar de sus preocupaciones”  (Carlos Bianchi, Psiquiatra)

 Algunas sugerencias: Pensar que resultará muy difícil sobrellevar esta situación solo. No pretender tampoco que la pareja se convierta en el principal soporte afectivo, bastante tendrá muchas veces con lo suyo… Buscar pues personas de confianza con quien compartir el dolor. Procurar mantenerse lo más unido posible a la pareja, apoyarse mutuamente, respetar el ritmo y la manera de llevar el duelo del otro. Puede ser que se esté pasando, por ejemplo, por una etapa en la que se prefiere estar solo o con los más cercanos, y que se quiera a la gente para no tener que hablar del hijo, y en cambio, a la pareja, le esté ayudando exactamente todo lo contrario. ¿Cómo conciliar las necesidades de ambos si la pareja está acostumbrada a hacerlo todo juntos, por ejemplo? Es necesario paciencia, comprensión y creatividad para introducir cambios en la forma de vivir que permita seguir adelante sin añadir más dolor al dolor.

Muchas parejas no entienden que cuando el funeral pase, cuando los pésames ya no estén, que cuando los amigos y familiares se marchen,  solo se tendrán el uno al otro. Por lo tanto, es importantísimo acompañarse y servir de apoyo uno al otro. Lo necesitarán para más adelante, y para no alterar su proyecto de vida. Tratar el dolor de manera adecuada, puede ayudar a la pareja a afianzarse mutuamente. Cuando es lo contrario, se corre el peligro de enterrar tanto al hijo, como al matrimonio. Cada persona vive su dolor y manifiesta sus emociones y necesidades de manera diferente. Entenderlo, conversarlo y respetarlo, es primordial, para evitar conflictos y sufrimientos anexos al dolor de perder a un hijo.

 Los otros hermanos. La pareja puede estar tan afectada por su propio dolor, que descuide a los otros hermanos. Ellos también sufren intensamente la pérdida, y pueden sentir una fuerte necesidad de desahogarse y de ser consolados. Hablar del fallecido y compartir el dolor por la pérdida, puede ser la mejor manera de ayudarse unos a otros y afrontar saludablemente el proceso del duelo.

CUÁNDO PEDIR Y OFRECER AYUDA
Si veis que os estáis alejando el uno del otro y que vuestra relación se deteriora día a día, no dudéis en pedir ayuda a un profesional, para que os asesore y os ayude a enfrentar las dificultades que estáis atravesando. No es fuerte el que no necesita ayuda, sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita.

Ofrecer apoyo psicológico y espiritual es fundamental en estos momentos tan dramáticos de la pareja para permitirles expresar sus sentimientos y emociones con libertad, ayudándoles a eliminar conductas nocivas, a fortalecer su relación y a identificar pensamientos irracionales que puedan estar interfiriendo en la resolución del duelo. En definitiva, ayudarles a encontrar de nuevo, un sentido a la vida.  (Léase:  Acompañando en el Duelo )

 Gina Campalans: Presidenta de la Asociación de ayuda al Duelo: “Decir Adiós” (Nota: Todas aquellas personas interesadas en participar o colaborar de alguna forma con este proyecto, o bien que quieran recibir asesoramiento en forma de charlas, conferencias o talleres, pueden ponerse en contacto llamando al teléfono: 687418875 o escribiendo a ginacampalans@gmail.com)

Crecimiento Espiritual

Acompañando en el Duelo

Nota Editorial: texto previamente publicado por Protestante Digital. Fue escrito por la colaboradora Gina Campalans para circunstancias «normales» de la vida. Nos resta encontrar maneras de acompañar el duelo desde el confinamiento. Escríbenos en los comentarios algunas ideas que hayas utilizado o visto en práctica en estos días de cuarentena. Esto sería una gran ayuda para todas, mientras estamos cercadas de personas que han perdido un ser querido.

¿Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido? ¿Cómo podemos ayudarle? ¿Cómo hemos de comportarnos?

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El desafío que supone el duelo, implica nada más y nada menos que, aprender a vivir con la ausencia del ser querido y encontrarle un nuevo sentido a la existencia. Este camino puede ser muy largo y doloroso para unas personas y no lo será tanto para otras. La mejor manera de ayudarlas es acompañarlas en su camino y respetar el tiempo que necesiten para recorrerlo. 

Es muy importante transmitir a las personas en duelo que lo mejor que pueden hacer por ellas mismas durante el período de duelo es permitirse atravesarlo completamente a su manera. Y es que no existe una manera correcta ni una cantidad de tiempo concreta. El dolor que cada persona siente por la pérdida de un ser querido, no se lo podremos evitar, aunque si lograremos, con nuestra compañía, nuestro amor y compartiendo con ellos sus lágrimas, aliviarles su pena. Y de esta manera estaremos cumpliendo uno de los llamamientos que tenemos como cristianos: vendar a los quebrantados de corazón y consolar a los enlutados,(Isaías 61: 1-3).

¿Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido? ¿Cómo podemos ayudarle? ¿Cómo hemos de comportarnos? Cuando alguien cercano pierde un ser muy querido, solemos decir: «si me necesitas llámame, para lo que sea». Seguro que lo decimos de verdad y desde el corazón, pero lo primero que tenemos que saber es que los dolientes no tienen apenas voluntad ni fuerza siquiera para pedir ayuda. Resulta bastante ilógico pensar que alguien sumido en la mayor de las tristezas, sin apenas fuerzas para vivir y sostenerse en pie, que no puede apenas comer, dormir, y que tiene dificultades incluso para respirar, pueda descolgar el teléfono o dirigirse hasta tu puerta para decirte «te necesito». Se debe asumir por tanto que hay que tomar la iniciativa. No debemos esperar a que acudan a nosotros. No nos limitemos a decir: «Si hay algo que pueda hacer…» sencillamente, hazlo. La personas en duelo tienen tendencia en muchos casos al aislamiento, por eso es conveniente saber ofrecerles ayuda y anticiparse a sus necesidades. Conviene mantener el contacto a lo largo del tiempo, y no limitarlos sólo a las primeras semanas. Son preferibles las visitas cortas y frecuentes, que las prolongadas y distantes. 

ASPECTOS PRÁCTICOS: Pero ¿qué hacer… qué decir… para ayudar a quien está en duelo? Veamos algunos consejos prácticos:

ACOMPAÑAR: Cuando se acompaña, no siempre es necesario hablarLa compañía en silencioes mejor que la soledad. Un abrazo a tiempo puede ser la mejor de las medicinas. Por ello lo mejor en esos momentos es simplemente estar. Sujetar una mano…… acariciar una mejilla… oprimir un hombro y ofrecer todo el apoyo que creamos necesario tanto física, emocional como espiritualmente. No nos mantengamos alejados por no saber qué decir o hacer. Nuestra sola presencia puede infundirles ánimos. 

SERENAR: Adoptar un aire reposado y calmarles con palabras cariñosas y gestos suaves. Admitir con tolerancia las posibles manifestaciones de rabia, ira, llanto o cualquier otro brote de sentimientos y emociones contradictorios. 

NORMALIZAR: Recalcar las veces que sean necesarias que es normal que se sientan en ese estado de confusión, insistiendo en que no se están volviendo «locos» y que todos esos sentimientos por extraños y virulentos que sean, son totalmente normales ante la situación que están viviendo. 

ESCUCHAR, PERMITIR Y FAVORECER SU DESAHOGO: Es muy importante para el doliente que sienta que comparten su dolor. Hay que favorecer que expresen libremente sus sentimientos y estar solícitos para escuchar. La escucha es esencial y una buena forma de aliviar su pena. Puede que necesiten hablar mucho de su ser querido, de cómo sucedió el accidente o la enfermedad, qué pasó antes o qué siente por ello. Por el contrario hay personas a las que les cuesta hablar y expresar lo que sienten. Lo mejor es liberarles de que se sientan obligados a «comportarse» de un modo determinado. No presionarlos para que dejen de llorar, todo lo contrario, permitir su llanto. Ser pacientes y comprensivos. No pensar que la persona que acompaña y escucha tiene que ocultar sus sentimientos para que no les afecte a ellos, ¡es muy sanador, para ambos, llorar con los que lloran! “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. (Ro.12:15).

NO HAY QUE CAMBIAR DE TEMA SI EL DOLIENTE NOMBRA AL FALLECIDO: Muchas personas agradecen muchísimo oír hablar a los amigos y familiares de las cualidades y formas de ser únicas del fallecido y por las que sentían gran cariño. 

COMPRENSIÓN: No digamos: Se cómo te sientes» ¿De verdad lo sabemos?… ¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sienten unos padres cuando muere un hijo si no se ha experimentado esa misma pérdida? o bien… ¿cómo entender a una mujer que acaba de perder a su esposo y con él su proyecto de vida? Y aun si lo hemos experimentado, debemos tener en cuenta que no todo el mundo reacciona exactamente igual. 

EVITAR LAS FRASES HECHAS: Frases como: «La vida sigue»…»Dios lo ha querido así»… “Tienes otros hijos, marido, etc.”… “Eres joven, podrás tener otros hijos”… “Ya ha dejado de sufrir”… “Está en un lugar mejor”… “Es mejor que haya sido así”, suelen provocar más dolor, desconcierto y hasta rabia e indignación. Evitemos pronunciarlas. Si no sabemos qué decir, es mejor no decir nada. Que sientan que hay alguien preocupado y ocupado de ellos y de sus familias. 

BRINDARNOS EN TODO LO QUE PODAMOS: Los primeros días: ¿Hay que realizar ciertas gestiones? ¿Se precisa que alguien cuide de los niños? ¿Se tienen que hacer las tareas de la casa? ¿La compra? ¿Necesitan alojamiento los amigos y parientes que han llegado de fuera? ¿Hay que ir a recogerles al Aeropuerto? Las personas que acaban de perder a un ser querido suelen estar tan aturdidas que ni siquiera saben lo que ellas han de hacer, por lo que difícilmente podrán decir a los demás en qué les pueden ayudar. Por lo tanto noesperemos a que nos lo pidan; ¡Tomemos la iniciativa! 

Semanas, meses y tiempo después: En meses y años siguientes, las personas que han experimentado la pérdida pueden sentir mucha angustia cuando llegan aniversarios como bodas, cumpleaños, el del fallecimiento, etc. Se puede marcar en la agenda estas fechas para ponernos en contacto y así darles apoyo moral, si lo necesitan. 

EVITAR DAR CONSEJOS FÁCILES O SOLUCIONES INMEDIATAS: No hay que atosigarles con consejos o exigirles que tomen decisiones inmediatas ante asuntos tan importantes como el cambio de domicilio, la venta de la vivienda, el reparto de bienes y objetos personales, cambiar de ocupación, ciudad o trabajo, etc., etc. Todo esto debe de irse solucionando poco a poco, ¡habrá tiempo para ello! Se les puede ayudar diciéndoles que no tengan prisa en tomar decisiones. 

SER HOSPITALARIO: Es preferible en vez de decir: «ven a casa cuando quieras», concretar el día y la hora de la invitación. No rendirse enseguida si rechazan la invitación. 

ESCRIBIR UNA CARTA, UN EMAIL O HACER UNA LLAMADA: Con frecuencia se pasa por alto el valor de una carta de pésame. Personas que han pasado por una pérdida importante, han comentado que les ayudó mucho recibir alguna tarjeta o carta/email de amigos y familiares, ya que podía leerla y releerla. 

DISPONIBILIDAD Y ESCUCHA, LAS CLAVES PARA ACOMPAÑARHace ya mucho tiempo que descubrí la importancia de estar disponible y de escuchar con interés a cada persona que tenga algo que contarme. Una querida amiga mía misionera, se ríe de mi porque asegura que siempre que me llaman para pedirme una cita para asistir a las reuniones de la Asociación, acabo pronunciando la frase: – “Bueno ahora, cuéntame tu historia”- Muchas personas están ávidas de hablar, de relacionarse, de contar sus problemas, de comunicarse, pero no siempre encuentran a un interlocutor que les preste la debida atención. Si escuchas pacientemente tarde o temprano te mostrarán lo que les aflige de verdad. Para escuchar hay que saber respetar los silencios, no tener prisa, permanecer tranquilos y permitir que la persona siga expresando sus sentimientos y emociones sin interrumpirla. De vez en cuando conviene hacer alguna pregunta para que pueda percibir que estamos entendiendo su situación. Si vislumbran por tu parte un interés excesivo se pueden asustar de lo que están contando. Probablemente era algo personal, quizás no se lo habían contado a nadie anteriormente y sin saber por qué, te lo están contando a ti. Te están abriendo su corazón, están exponiendo sus problemas más íntimos por que han hallado el ambiente idóneo para hacerlo. Crear ese ambiente, esa intimidad, es vital para obtener la información necesaria que nos permitirá ayudar de forma eficaz. Algo fundamental a la hora de escuchar mientras alguien nos abre su corazón, es compartir nosotros también, algo que le muestre a la otra persona que confiamos en ella, es decir, que la intimidad no sea solo unidireccional, sino que ella pueda percibir que es digna de confianza y que nosotros comprendemos su lucha, crisis de fe, sufrimiento, temores, inquietudes, inseguridades, etc., ya que nosotros mismos también estuvimos en algún momento ahí, en el mismo lugar en el que ella se encuentra. 

NUESTRO DEBER COMO IGLESIA: en nuestro alrededor, dentro y fuera de la Iglesia, hay muchas personas que están clamando en silencio para que alguien se detenga y se dé cuenta de su dolor, para que alguien se interese por la difícil situación que están atravesando y a la que no ven una salida, para que alguien las abrace y les diga: -“tranquilo, no estás solo, estaré a tu lado mientras dure tu sufrimiento, puedes llorar sobre mi hombro”-, y si estuviéramos atentos y fuéramos sensibles las reconoceríamos, pero en general, todos estamos tan ocupados en nuestros asuntos que no tenemos tiempo para nada más. 

Quizás es el momento de volver a escuchar estas palabras: Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:8)

Gina

Crecimiento Espiritual, Crecimiento Personal

No hay fórmulas mágicas para el dolor

Nota de la editora: una publicación de hace tiempo pero es muy relevante en estos momentos en que muchos van perdiendo seres queridos. Que este texto os pueda ayudar mientras pasáis por este momento difícil.

De parte de la asociación Decir Adiós en su celebración pasada de las jornadas de formación ´Acercamiento a la muerte´

Gina Campalans, de 56 años, perdió a su hijo mayor, David, hace ocho años. Sufrió, vivió con dolor mucho tiempo, pero aprendió a vivir echándole de menos. Años después decidió crear, con la ayuda de la Fundación Abel Matutes y de su amigo Bruno Reymond, la asociación Decir Adiós para ayudar a otras personas a afrontar la muerte de un ser querido.

¿Se puede aprender a decir adiós?
—Sí, no es fácil, pero se puede. Tenemos que aprender a vivir sin esa persona. El camino del duelo es nuevo, desconocido, y cada uno lo transita como puede.

—¿Cómo se aprende?
—El tiempo no lo cura todo. No es el tiempo el que hace que te recuperes de la muerte de un ser querido. Hace falta un trabajo personal. Depende de la actitud que tengas. Necesitas querer superar ese momento, poner de tu parte.

—¿La gente pide una fórmula milagrosa para que no duela?
—Desde el principio aclaramos que no hay fórmulas mágicas. El duelo es tremendamente doloroso y es peligroso refugiarse en sustancias porque pueden cronificarlo. Hay que atravesarlo. Hay que llorar, cuidarse y aprender a vivir sin esa persona. La vida continúa. Tenemos que seguir duchándonos, haciendo la compra, ocupándonos de la familia, etc

—¿Qué señales alertan de que un duelo no es normal?
—Hasta el deseo de morir cuando el dolor es insoportable, de irse con la otra persona, de no encontrar sentido a la vida sin ella, es normal durante un tiempo. Si transcurren seis meses y todos estos pensamientos persisten, hay que pedir ayuda a un profesional.

—¿Tener gente alrededor en esos momentos ayuda o molesta?
—La soledad es imprescindible para encontrarte con tu propio dolor, escuchar a tu corazón, tus pensamientos, llorar y sentirte triste, pero hay que hallar el equilibrio. El aislamiento es peligroso. Hay que dejar que los que nos rodean nos ayuden. A mí me ha ocurrido, había gente en casa y necesitaba estar sola, pero hay que dejar que los demás nos muestren su cariño.

—¿Hay buenas intenciones que hacen daño?
—Sí, muchas. Hay frases demoledoras. ´No te preocupes, tendrás otro hijo´. ´Era la voluntad de Dios´. ´Ha pasado a un lugar mejor´. ´Eres fuerte, lo superarás´. Mejor que estuvieran callados.

—¿Mejor un abrazo que una palabra?
—Robert A. Neimeyer, un psicólogo, decía que tres ´A´ son la clave de la ayuda a una persona en duelo: el amor, los abrazos y el azúcar.

—¿El azúcar?
—Sí. No sé el efecto que tiene, pero dicen que es estimulante.

—¿Hay duelo sin depresión?
—Sí. El duelo no es una enfermedad, pero puede derivar en patologías. La tristeza, la falta de ilusión, puede parecer una depresión, pero forma parte del proceso, no es una depresión. Hay que diferenciar una depresión de un duelo, pero un duelo mal elaborado puede derivar en una depresión.

—¿Un grupo de apoyo ayuda?
—Poner palabras al dolor ayuda a empezar a curarlo. La única manera de sanar el duelo es atravesándolo. Y la mejor forma de hacerlo es expresando los sentimientos que surgen: dolor, tristeza, ira, culpa, vergüenza, añoranza, incredulidad, etc. Las personas que mejor nos comprenden son las que han pasado por esa situación y que no nos juzgan cuando, pasado un tiempo, seguimos estando tristes o enfadados.

—¿Se llora mucho en los grupos de apoyo?
—Muchísimo. Se invierte mucho en pañuelos. El otro día me llamó una madre que acaba de perder a su hija. Estuvo al teléfono diez minutos. Solo lloró. Estoy segura de que saber que al otro lado había alguien escuchándola era terapéutico. Para mí lo era.

—¿Cuándo se sabe que ese dolor tiene un final?
—Hay un momento en el que la vida te vuelve a ilusionar. Vuelves a querer quedar con los amigos, salir a cenar, ver una película, disfrutar de un atardecer, etc. La propia vida te dice que estás dejando atrás ese dolor, te anima a seguir.

—¿Da miedo volver a pasar por eso?
—Yo no solo perdí a mi hijo, también a mis dos hermanos pequeños. ¿Miedo? Yo no lo he tenido, pero imagino que habrá gente que sí. La mayoría de las personas creemos que esto es algo que le pasa al vecino, pero no a nosotros porque nuestra cultura no aborda la muerte con naturalidad. He estado en África, en Mozambique, y en miles de familias faltan hijos. No diré que no sufren la muerte de sus hijos, pero la viven con más naturalidad. En nuestro mundo el impacto es mayor. De hecho, alejamos a los niños de todo lo relacionado con la muerte.

—¿Cómo pasa un niño un duelo?
—Depende del apoyo que tenga. A un niño hay que transmitirle la verdad con sencillez, naturalidad y con palabras que pueda entender. Si no se le engaña, no se le esconde lo que está sucediendo y se vela durante el tiempo que va a tener que enfrentarse a que mamá, papá o un hermano no va a volver, podrá atravesar el duelo de forma sana. No hay que engañarles. Nunca. Ni decirles que esa persona se ha dormido o que está enferma porque cuando estén enfermos pueden pensar que se van a morir o tener miedo a cerrar los ojos. Es importante no convertir en un tabú la muerte de esa persona, recordarla. En muchas familias el dolor es tan grande que se borra a esa persona, no se habla de ella y se quitan las fotos.

—¿La gente se siente culpable por reír o pasárselo bien?
—Sí. En los grupos de apoyo ayudamos a que la gente se permita disfrutar de la vida. Muchos padres se sienten culpables porque piensan que su hijo ya no puede hacerlo. Los momentos de dolor van a venir quieran o no. Ver una película, charlas con los amigos o tomar un café y reírse un rato, es sanador, necesario e imprescindible.

—¿El dolor desaparece?
—Sí. Aminora y llega a desaparecer. Recuerdo haber sufrido tanto que pensaba que jamás podría continuar, pero el dolor desaparece. Hay momentos, un comentario, una música, que te recuerdan a esa persona y vuelves a sentir casi el mismo dolor que entonces. Pero puedo garantizar que el dolor pasa.

Gina

Espiritualidad, Familia, La Biblia

Edurne Mencia: «Mi legado»

http://dulcefragancia-mujer.blogspot.com.es/2014/04/nueva-colaboradora-edurne-mencia.html

Hoy estamos tristes. Nuestro equipo pierde una colaboradora. Edurne Mencia se ha ido con el Señor. Queda nuestra confianza de que un día nos reencontraremos. Nosotros nos quedamos con sus escritos, sus enseñanzas y la inspiración que compartía.

Queremos continuar publicando los muchos artículos que ha dejado para que más y más mujeres podamos aprender y hacer cambios en nuestras vidas para alinearnos con el Señor. Este era su deseo.

Edurne, te extrañaremos pero sabemos que estás el los brazos de Aquél que siempre te ha inspirado, al que amabas y servías. Podemos imaginar el momento de este encuentro maravilloso.

Hoy compartimos uno de sus artículos que habla directamente a este momento. Ella ha dejado un legado. Mientras lo leemos, oremos por sus hijos.

Mi Legado por Edurne Mencia: El Viaje de una Mujer

Un legado es todo aquello que pasa de padres a hijos. Como mamá, quiero que mis hijos afronten su vida en las mejores condiciones posibles, trabajando para dejarles cosas materiales. Como mamá a la manera de Dios, es mi deber trabajar igual de duro (o más) para dejarles a mis hijos un legado espiritual.

Mi legado espiritual.

El impacto que mi vida tiene y va a tener no sólo sobre mis hijos, sino sobre las generaciones futuras después de ellos.

Hay cosas que nuestros hijos heredan de nosotras sobre las que no tenemos ningún tipo de control: la estatura, el color de ojos, el cabello liso o rizado, la piel blanca u oscura… pero hay otras sobre las que debemos ser totalmente intencionales. 
Jueces 2:10

Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.”

Debemos ser intencionales no sólo en enseñar a nuestros hijos lo que la Biblia dice, sino también en ser un modelo positivo de lo que significa tener una relación personal con Cristo y vivir de acuerdo a la Palabra de Dios. Debemos ser intencionales en mostrarles cómo servir al Señor, cómo servir a otros, vivir de acuerdo a principios y valores, amar la iglesia… Pasar a la siguiente generación un legado con valor eterno es mucho más importante que dejarles uno material.

Si no enseñamos a nuestros hijos a seguir a Cristo, el mundo les enseñará a no hacerlo”.

Aunque no te des cuenta, ya estás formando tu propio legado, estás teniendo un impacto en la vida de tus hijos a través de la forma en la que……oras…alabas…demuestras tu amor por Dios…hablas…respondes a las dificultades…superas (o no)  tus malas actitudes y hábitos…manejas la decepción…tratas a tu familia…gastas tu tiempo cada día…

¿Qué clase de impacto estás teniendo en la vida de tus hijos? ¿Qué tipo de legado estás construyendo? Hay tres cosas que no se pueden recuperar: las palabras, una vez que salen de tu boca, los momentos, una vez que pasan y el tiempo, una vez que se va ¿Qué palabras estás usando con tus hijos? ¿Qué sale de tu boca cuando te diriges a ellos? ¿Estás aprovechando cada momento para hacer un impacto positivo en la vida de tus hijos? ¿De qué forma utilizas tu tiempo cada día?

Los cristianos de hoy debemos pelear la batalla por las almas y el destino eterno de nuestros hijos” Kathy Howard

No puedes decidir por tus hijos. No te toca a ti decidir cuál va a ser su destino eterno. Pero sí es tu responsabilidad equiparlos de la mejor manera posible para que por sí mismos y con la ayuda del Espíritu Santo puedan desarrollar una relación personal con Cristo y tener una vida espiritual activa, comprometida y productiva.

Mi legado comienza de rodillas, batallando por las almas de mis hijos.

Quiero dejarte algunas cosas que podemos hacer para comenzar a construir nuestro legado espiritual:
– Involucra a tus hijos en cada aspecto de tur elación con Jesús: ora con ellos, lee con ellos, memoriza con ellos, sirve con ellos.
– Crea recuerdos y tradiciones espirituales, no atesores solamente fotos de cumpleaños y logros académicos
– Muéstrales su nombre escrito en tu Biblia junto a los versículos con los que oras por ellos.
– Decide cuáles son los valores y las virtudes bíblicas que deseas inculcar en tus hijos y comienza a ser intencional en vivirlos para poder transmitírselos a ellos (puedes comenzar con nuestro calendario de oración “31 virtudes bíblicas para orar por nuestros hijos”)
– Regala a cada uno de tus hijos una Biblia especial y diles por qué es especial.
– Comparte con tus hijos tus experiencias como creyente: cómo llegaste a Cristo, cuáles son tus dones y cómo los descubriste, tus versículos favoritos, tus sueños para Dios, en qué te sientes mejor trabajando en la obra…
Deuteronomio 6:6-9, 12, 20-21

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.Cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa.”

Comienza a edificar tu legado eterno… hoy.

Desafío para esta semana: Escribe una carta a cada uno de tus hijos. Cuéntales detalles de su vida, cómo fue su nacimiento, anécdotas y recuerdos que estén grabados en tu memoria. Háblales también de cómo te sentiste tú, tus emociones. Cuéntales cuáles son tus anhelos como madre, tus sueños, tus objetivos, lo que esperas para su futuro. Compárteles tus oraciones por ellos, versículos que guían tu visión como madre. Puedes darles la carta el día de su mayoría de edad, de su matrimonio, o incluso guardarla para cuando tú faltes. Tómate un tiempo para hacer de este ejercicio algo especial, algo que atesoren cuando tú no estés. Que sea parte de tu legado.