Dedicado a las chicas que como yo no teníamos ni idea que podíamos usar latas de conservas para hornear.
Hace unos meses yo estaba buscando unos moldes pequeños para hacer mini tartas, los cuales no encontraba en ninguna tienda de repostería en Madrid, hasta que una amiga me sugirió que usara latas de tomate, así que me puse a investigar y… ¡Sorpresa! no es algo novedoso, se usa mucho. Aquí os dejo la manera en que yo las usé, para que os animéis a hacer las mini tartas en el molde que para mí, merece las tres «b»: bueno, bonito y barato.

Primero compraremos latas de conservas como de alguna fruta en almíbar o tomates triturados etc. Nos aseguraremos que estén en perfecto estado, que no tengan golpes, después las vaciaremos, lavaremos y secaremos perfectamente. A continuación, untaremos mantequilla por dentro, por todos los lados de la lata, la forraremos con papel de hornear cubriendo perfectamente todo el interior de la lata, ( la mantequilla nos servirá para que el papel se adhiera a las paredes y fondo de la lata). Se puede hacer sin el papel de horno, solo untado la mantequilla y enharinando como se haría en cualquier otro molde, o usando el spray desmoldante, pero yo sí prefiero ponerle el papel. Por supuesto, recomiendo usar la lata una vez y tirarla a la basura después de usarla. Esto es cosa mía, aún no me acostumbro y como siempre estamos utilizando y reciclando estos botes, no tenemos ningún problema.
Por otro lado, preparamos la masa de cualquier bizcocho, el que nos guste, y ponemos la masa a la mitad de la altura de la lata, y horneamos a 170 grados más o menos, por 20-25 minutos dependiendo del tamaño de la lata. Se pincha con un palito de madera y si sale seco ya está.

Dejamos enfriar, desmoldamos y decoramos.
Estas son las que yo hice.




Quiero compartir una página del devocional que estoy leyendo, porque me pareció muy bonito.
GRANDE ES TU RECOMPENSA
Lectura: Mateo 6:1-6, 16-18
Muchas empresas tienen un «programa de puntos» que ofrece premios a los clientes fieles, puedes canjear estos puntos usando servicios de la compañía, tales como comer en restaurantes, locales, alojarte en ciertos hoteles, o volar en determinadas aerolíneas. Usar tu dinero de esta manera es una elección muy buena y razonable.
Dios también tiene un programa de premios. A menudo, Jesús habló de su deseo de recompensarnos por servirlo finalmente. Por ejemplo, cuando somos perseguidos por su causa, nos dice que nos regocijemos porque nuestro «galardón es grande en los cielos» ( Mateo 5:12). En contraposición a la costumbre santurrona de los fariseos de dar, orar y ayudar en público, Jesús nos enseñó que hiciéramos estas cosas en privado, porque nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público (6:4, 6, 18). Cuando se trata de vivir para Cristo, la fidelidad nunca coloca tu vida en posición deficitaria, independientemente de lo que esto implique.
Pero nosotros no servimos a Cristo por los premios. Cuando Él murió por nosotros en la cruz, hizo muchísimo más de lo que merecemos. La lealtad al Señor es un acto de adoración que expresa nuestro sentido reconocimiento por su amor a nuestro favor. Como retribución, Él se deleita al alentarnos con la certeza de que, al final, sus recompensas superarán ampliamente todo lo que hayamos abandonado para servirlo a Él.
Vive para Jesús… sin importar cuánto cueste hacerlo.
Lo que se hace para Cristo en esta vida se recompensará en la venidera.
…tu Padre que ve en lo secreto e recompensará en público. –Mateo 6:4
Sonia