
Hace unos meses conversaba con diferentes amigas de cómo vuela el tiempo y pasamos
por alto los cuidados y las enseñanzas de nuestros mayores. Venían a nuestra mente
diferentes personas que aunque longevas, nos trasmiten mucha más vida de la que
podemos imaginar. Su vitalidad, junto con sus experiencias y sus dolores y tragedias
vividas son un pozo de sabiduría para poder seguir adelante en este camino.
La Biblia también nos enseña que nuestra responsabilidad es la de visitar y cuidar de las
viudas y que ellas junto con las mujeres mayores son quienes transmiten los
conocimientos a las más jóvenes para, entre otras cosas, amar a los esposos y a los hijos.
(Santiago 1:27, Tito 2:4, entre otros).
Una de mis amigas de Lima (Perú) me comentaba que una vecina suya de casi cien años
todo los días se arregla, se maquilla sin que nunca le falte el lápiz de labios bien puesto
y se sienta algún rato en su balcón esgrimiendo en todo momento una sonrisa que
invade todo su rostro. Esta amiga también me contaba que su vecina les aconseja no
perder demasiado el tiempo en las cosas efímeras. Así que para los vecinos es toda una
dosis de energía y de ánimos para seguir adelante un día más.
Otra de mis amigas de un pequeño pueblo cerca de Frankfurt (Alemania) nos animaba
con la historia de una de sus vecinas de 101 años y que había celebrado su cumpleaños
con familiares y vecinos. Esta vecina todavía cocina y de vez en cuando prepara algunos
bizcochos o pastelitos para invitar a sus vecinas más jóvenes a merendar o tomar un
café o té, contando su historia y penurias, pero sobre todo, haciendo hincapié en
disfrutar de la vida de una forma positiva. Esta amable vecina coincide con una
costumbre de la otra vecina de Lima: “la sonrisa nunca se borra de su rostro”.
Quizás leíste esta noticia, sobre Varda Yoran, cuya foto aparece al inicio de este post.
Escultora israelí-estadounidense. Nació en China, vivió en Israel y actualmente en los
Estados Unidos.
El artículo completo puedes leerlo en los siguientes enlaces:
https://www.huffpost.com/author/varda-yoran
http://vyoran.com/ huffingtonpost.es
Resumiendo el artículo, esta escultora tiene 90 años y por supuesto no entiende ni
comprende que se le pueda identificar como una persona prescindible debido a su edad;
como ella dice, “llevo un cuarto de siglo siendo anciana”. Ella viene adaptándose a las
nuevas tecnologías para poder estar en continua comunicación con familiares y amigos
de todo el mundo. Aunque debido a esta realidad que vivimos este 2020 su rutina ha
cambiado y por amor a su hija se ha trasladado a vivir con ellos a las montañas de
Peekskill (Nueva York, EEUU). Allí se siente segura rodeada de sus seres más
queridos, sin dejar de asistir a distintas clases y al club de filosofía que ha creado por
Zoom donde hablan de ética, de perdón, de rabia, de creatividad y de muchos otros
temas.
Hubo unos párrafos que me emocionaron sobre manera y que reproduzco aquí:
“Y aún me quedan muchas cosas por hacer”.
“Solo porque tenga 90 años no significa que no me queden cosas por aprender y
destrezas que perfeccionar”.
“No soy prescindible y me entristece que mucha gente piense que la edad es un criterio
para decidir si merece la pena salvar una vida humana o no”
“Tengo más limitaciones físicas y dolencias de las que me gusta admitir, pero eso no me
va a detener”..
“Nuestras vidas, nuestros sueños y nuestra productividad no se acaban cuando
cumplimos 65 años, una edad a la que la sociedad ya decide que eres “suficientemente
mayor. Las personas mayores podemos ser productivas y hacer contribuciones al
mundo con la perspectiva de la edad y la experiencia. No habría que fijar un límite a partir del cual la vida de una persona ya no tiene valor.»
“Mientras sea creativa, mientras siga rodeada por el amor de mis familiares y mis
amigos y mientras aún disfrute de la vida, nadie tiene el derecho a decirme que soy
prescindible”.
Queridas amigas, no perdamos más el tiempo. Si tienes a tu madre, abuela, o algún otro
ser querido cerca de ti, no dudes en decirle que la quieres, que le agradeces por todo lo
enseñado y que estás dispuesta a seguir aprendiendo y entrégale una vez más su vida en
manos de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo

Un fuerte abrazo,
Nilda