
En los años que han transcurrido desde que tomé decisión por Cristo, ha habido muchas y variadas situaciones en las que me he visto obligada a crecer. Especialmente desde que Dios me llamó a servirle como misionera en la selva de Venezuela.
En estos años ha habido momentos de soledad, de duda, de miedo. Ha habido mudanzas, cambios, robos. Hemos vivido en toda la gama desde la abundancia hasta la escasez más absoluta. En resumen… un poco de todo.
Todas estas situaciones que uno vive, le hacen, sí o sí, crecer como persona y crecer en la fe.
Pero ha habido una situación en especial que me ha hecho crecer y crecer mucho…
…soportar el daño que otros creyentes me han hecho.
Y es que, a veces, crecer duele.
No puedo precisar cuántas veces he podido llorar sobre estos versículos:
Lucas 6:27-36
Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
Durante mucho tiempo no podía creer que fueran mis propios hermanos en la fe los que más daño me hicieran. Calumnias, mentiras, tergiversaciones, malas intenciones…
Se supone que eso no pasa en una iglesia ¿no?
Error.
Pasa. Y pasa mucho.
¿Qué es una iglesia al fin y al cabo? Es un conjunto de pecadores redimidos. Algunos más, algunos menos. Algunos se esfuerzan por no pecar, otros no tanto. Algunos que no reconocen sus errores, otros que se equivocan, los confiesan y los superan. Pero, al final, una iglesia no deja de ser un grupo de pecadores.
Comprender esto e intentar vivir Lucas 6:27-36 ha sido mi secreto para crecer a pasos agigantados.
Te confieso que ha sido un recorrido durísimo, con altos y bajos, mucho dolor y muchas lágrimas. Pero un proceso también liberador que me ha ayudado a acercarme más a Dios y a que Él pueda trabajar en mi vida de manera que solo puede hacerse a través del sufrimiento.
Hoy quiero compartirte algunas lecciones que he aprendido por el camino y que han sido de gran utilidad para mi vida:
Dios me perdonó a mí más de lo que cualquiera pueda hacerme
Cuando Jesús entregó Su vida en la cruz, cargó sobre Sus hombros mi pecado. Todo. El pasado, el presente y el futuro. Él escogió perdonar y me perdonó más, mucho más, que cualquier ofensa que algunas personas me puedan hacer. ¿Quién soy yo para no perdonar a alguien después de todo lo que se me ha perdonado a mí? ¿Acaso yo no ofendo a Dios y a otras personas y espero perdón para mis fallas?
No puedo controlar lo que otros piensan y dicen, pero sí puedo controlar lo que yo pienso y digo.
Hay gente a la que nunca le vas a caer bien. Hay personas que nunca van a entenderte, que no te va a tomar en cuenta, que va a malinterpretar todo lo que dices y que va a criticarte hagas lo que hagas. Yo no tengo ningún control sobre eso. No puedo meterme en la cabeza de otras personas y cambiar su opinión sobre mí. Pero sí puedo controlar lo que yo pienso, digo y hago. Sí puedo controlar no tomar la ofensa y poner la otra mejilla. Sí puedo controlar mi actitud ante esa persona que me está haciendo daño. Puedo y debo.
El amor es una decisión
Dios decidió amarme a pesar de mi pecado (Romanos 5:8), a pesar de mis ofensas, de mis transgresiones. Yo decido amar a pesar de. Amar sobre todas las cosas, sabiendo que el amor ferviente, el amor intenso, el amor no condicionado por lo que recibe de vuelta, sino por el Espíritu Santo que mora en nosotras, cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8)
El perdón libera
El perdón nos hace libres. ¿Te das cuenta de que, muchas veces, te sientes ofendida por algo que te han hecho y la otra persona está tan tranquila porque ni siquiera sabe que te ha ofendido? Tú estás fatal, te sientes mal, herida, maltratada… y la otra persona vive su vida sin mayor problema. Otras veces, la persona que te hiere sabe que te ha herido. Y busca tu reacción… escoger perdonar nos libera de comportarnos tal y como los demás pretenden que lo hagamos y nos da la oportunidad de comportarnos de la manera que Dios espera de nosotras.
Mi enemigo no es mi hermano
No, no lo es. El creyente que te hace daño está manejado por el enemigo de nuestra alma. A Satanás le encanta crear conflicto dentro de la iglesia. Él sigue como, Julio César, la máxima de “divide y vencerás”. Cuanto más divididos estemos en el cuerpo de Cristo, mejor podrá atacarnos y destruirnos. Saber en todo momento quién es nuestro enemigo real, nos ayuda a tomar las cosas con una perspectiva distinta.
¿Estás luchando con el trato que otras personas te dispensan, especialmente con el trato displicente de otros creyentes? Utiliza esta temporada en tu vida como un aliciente para crecer, como una herramienta para fortalecerte en el Señor.
Contenta en Su servicio,
Edurne