Cuando era niña me encantaba revisar el aparador en casa de mi abuela. Allí ella guardaba las vajillas, los cubiertos y todas las cosas lindas para los días especiales. Eran dos vajillas inglesas, una con adornos azules y la otra con adornos rojos. Y cada una ya tenía futuras herederas: mi prima y yo. Eran un recuerdo de familia.

Después, cuando me casé, mi abuela me regaló la vajilla roja. Pude usarla en algunas ocasiones pues siempre me ha gustado poner una mesa linda, con todos los detalles, una herencia de mi abuela y mi mamá. Pero seis años después nos fuimos del país y la vajilla quedó atrás. Aquí tengo ahora dos o tres piezas, como recuerdo de mis abuelos y también de mi infancia.
Un día mientras preparaba la cena, mexicana por cierto, me puse a pensar en por qué guardamos tanto las cosas para los momentos “especiales” de la vida. Y es verdad, hay momentos así, que meritan cosas especiales; pero como lo indica su nombre, por ser especiales son pocos. Son más los cotidianos, los de diario, los que damos por sentado pero que no sabemos cuándo terminarán. De modo que mientras terminaba la cena decidí que sacaría ese día cotidiano algunas de mis cosas especiales. ¿Por qué? Porque vale la pena disfrutar cada día como si fuera algo especial. En verdad lo es. Es una oportunidad de vivir, es una oportunidad de reír, de compartir juntos en familia, de disfrutar las bendiciones que Dios nos da.
A veces esperamos tanto a que llegue “ese momento” que la vida se nos va entre las manos. “Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos…que el hombre nunca sabe con qué habrá de encontrarse después”, sabias palabras de un hombre que aprendió a valorar la brevedad de la vida, Salomón, y que puedes encontrar en Eclesiastés 7:14. Cada día que el Señor nos permite vivir es un regalo. Estoy tratando de poner en práctica lo que aprendí leyendo el libro “Un millar de regalos” (One Thousand Gifts) de Ann Voskamp, una excelente autora canadiense. Te lo recomiendo.
En el mismo libro de Eclesiastés, Salomón nos da este otro consejo:
“Disfruta de lo que tienes en lugar de desear lo que no tienes; soñar con tener cada vez más no tiene sentido, es como perseguir el viento” (6:9).
Tenemos garantizadas solos las 24 horas que estamos viviendo. Cada día que amanecemos es un regalo, algo especial. ¡Y los regalos son motivos de celebración! Por eso ese día que les cuento, miré en mi propio aparador y saqué algunas de las bendiciones reservadas para días “especiales” y celebré un día normal.
En ocasiones no nos percatamos de que todo cambia cuando cambia nuestra perspectiva. Dios quiere que aprendamos a vivir dando gracias, disfrutando los momentos, la vida abundante… que no es abundancia de riquezas, como piensan algunos, es abundancia en el corazón. Cuando vivimos celebrando lo cotidiano, también cambia nuestra actitud.
Estamos en fin de semana, y seguro ya tienes planes; o tal vez no. De cualquier manera, antes de ninguna otra cosa, decide vivir esos días como lo que son, un regalo de Dios. Celebra con las bendiciones que has recibido, da gracias por lo que tienes y disfruta. Esa es la abundancia que trae Dios al corazón.
Por cierto, el Señor es tan bueno que la vajilla que tengo ahora también es un regalo de mi abuela que ya tiene 96 años pero sigue siendo una bendición para su familia. ¡Otro motivo para dar gracias y celebrar!
Vive la vida como Dios la diseñó.
wendybello.com
Wendy