
Solemos sentir el gozo de la navidad en maneras tangibles. ¡Y por buen motivo! Las luces que montamos, los dulces hechos con amor, los regalos cuidadosamente escogidos, y el tiempo con nuestros seres queridos reflejan solo un pequeño porcentaje del regocijo que nuestras almas sienten al recordar las buenas nuevas de Emanuel- ¡Dios con nosotros! Pero, ¿que pasa cuando en vez de gozo, sentimos tristeza? ¿Que pasa cuando las navidades no están llenos de las mismas tradiciones y no podemos festejar con nuestras familias como lo llevamos haciendo toda la vida?
¿Puede haber algún motivo por lo cual regocijar en el medio de nuestro sufrimiento?
La lamentación y la tristeza no son conceptos ajenos a la historia de la Navidad. El evangelista Mateo recuenta un acontecimiento muy sombrío en Mateo 2:16-18.
Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció en gran manera, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:
Se oyó una voz en Ramá, llanto y gran lamentación; Raquel que llora a sus hijos, y que no quiso ser consolada porque ya no existen.
Cristo nació en el medio de un mundo lleno de maldad y sufrimiento. Como madre es difícil pensar en algo más horrible que tener a tu bebé quitado de tu pecho para nunca tenerlo de nuevo en brazos. Niños preciosos, llenos de vida y amor, siendo las victimas inocentes de un rey caprichoso y perverso. ¡Con razón Raquel no quiso ser consolada en el medio de su aflicción! La lamentación en Ramá es evidencia que el mundo, lleno de tristeza, necesita un Salvador. Alguien que pueda traer esperanza en el medio de este sufrimiento- alguien que pueda librarnos una vez por todas de nuestra lamentación.
Es por este mismo sufrimiento en el que vivimos que Dios se hizo carne y descendió en el medio de esta oscuridad. Jesus, aquel cuyo inocencia persevero hasta la muerte, entro a nuestro sufrimiento trayendo luz- librándonos de nuestra lamentación para obtener una esperanza duradera. Esto lo hizo por medio de la cruz, donde el hijo perfecto de Dios cargo el pecado del mundo sobre sus hombros y pago el precio de muerte que demando la justicia. En la cruz llevo nuestras heridas y nuestros llantos. Él fue la victima inocente de nuestras transgresiones. Y todo esto lo cargo por su gran amor por nosotros.
Vivimos en la realidad de lo ya hecho, pero todavia no cumplido. Jesus ya nos ha salvado de la maldad y el sufrimiento que nos rodea aunque todavia no vivimos en su reino perfecto, libres del llanto. Pero tenemos esta esperanza que nos es asegurada. La esperanza que un día Jesus regresará victorioso a nuestro mundo, para desacerse de toda lamentación. ¡Nos lo ha prometido! Y por eso podemos regocijar en el medio de nuestras lagrimas. Porque nuestro Dios
es mas grande y mas poderoso que el pecado y la muerte que nos rodea. Jesus entro en medio de nuestro sufrimiento para darnos esta esperanza de vida.
Carina