Crecimiento Personal, Equipo

El problema con el cosismo

Llega un momento en la vida en que nos damos cuenta de que lo que realmente importa no es lo que los demás piensen, ni la casa en que vivimos, ni los “juguetes” que coleccionemos, ni las marcas que llenan nuestros closets y armarios…son las relaciones y los recuerdos que construimos alrededor de estas.

Leí esto hace tiempo y se quedó grabado en mi memoria: colecciona momentos, no cosas.Lamentablemente muchas veces la vida se nos va en lo segundo y no en lo primero. Pero como mujeres que anhelan vivir en el diseño de Dios necesitamos romper con esta mentalidad de “cosismo”. ¿Sabes?, el gran peligro de esto es que nos mantiene tan entretenidas persiguiendo lo tangible que el corazón se nos va cerrando y aislando…incluso de Dios.
Me lleva a pensar en la famosa conversación que sostuvo Jesús en cierta oportunidad con un hombre joven que quería seguirle, quería tener lo que solo Jesús podía ofrecer: vida eterna. Seguro la conoces. Pero el problema con este pasaje está en que muchas veces creemos que solo aplica “a los ricos”, a los que tienen en abundancia, y no a la gente común y corriente.
Por un lado, en realidad la categoría de “rico” es muy relativa porque lo que tú y yo pudiéramos considerar normal, común es riqueza y lujo para una gran parte de la población mundial.Por otro lado, y esto es lo que quiero que nos llevemos hoy, no hace falta tener mucho para padecer de “cosismo” (un término que decido acuñar hoy), es más bien una cuestión del corazón. ¿Qué nos mueve, qué nos motiva? ¿Qué nos llena?
Las cosas, sean muchas o pocas, son cosas, van y vienen, se rompen, se ponen viejas, se pierden. Las relaciones y los momentos, por el contrario, tienen la cualidad de permanecer… o al menos así se supone que sea.
Es bueno y delicioso habitar en armonía, es decir, convivir, compartir. Y para que eso ocurra en verdad no necesitamos tener un enorme banquete ni las decoraciones más exquisitas. Se necesitan personas. Eso sí.
Mi abuela, quien a los 97 años partió con el Señor, solía decir cada vez que se acercaba una fecha: no me regalen nada, yo no necesito nada. Sin embargo, su rostro se ilumina de felicidad cada vez que llegamos a visitarla, nos sentamos junto a ella, le contamos de nuestra vida, oramos con ella. Relaciones. Momentos. Eso sí que permanece.
Solo nosotros podemos decidir cómo “gastar” nuestra vida: en cosas o en personas. Si lo piensas bien, el plan de Dios está claro: las personas. ¿Acaso no fue eso lo que motivó la cruz?
Amiga lectora, todavía estás a tiempo de hacer un giro en “u” y pedirle a Dios que si el cosismo te ha contagiado, de una vez y por todas te sane. No dejes de tomar las vitaminas diarias para prevenirlo: acción de gracias; tiempo para dedicar a los demás; tiempo para mirar al cielo y contemplar la belleza de la creación; tiempo para tu relación principal, con Dios; tiempo para hacer un alto, dar un beso, abrazar, alentar, animar.
Las cosas nunca nos podrán llenar porque Dios nos hizo a su imagen, para relacionarnos con él y con los demás. No nos dio un baúl para llenarlo de cosas, nos dio un corazón para llenarlo de él. ¡Vamos a vivir como Dios lo diseñó!
Bendiciones,

Wendy

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