
Si pudiera volver atrás 10 años, no cambiaría todo.
Porque cada paso, cada caída y cada logro formaron la mujer que soy hoy.
Pero sí me hablaría con más gracia, con más fe y, sobre todo, con más verdad.
Hoy, al mirar hacia atrás, reconozco que muchas veces fui más dura conmigo misma de lo que debía. Me exigí demasiado, comparé mis procesos, apuré mis estaciones… como si la vida fuese una carrera y no un camino que se recorre con calma.

🕰️ El tiempo —ese maestro silencioso— me enseñó que no hay prisa para crecer, para sanar, ni para llegar.
Y que Dios no tiene relojes apresurados, sino promesas que se cumplen justo a tiempo.
Nosotras, las mujeres, llevamos muchas capas:
madres, hijas, amigas, trabajadoras, cuidadoras, organizadoras del mundo y del corazón.
Pero a veces olvidamos que también fuimos llamadas a ser mentoras, inspiradoras, fuentes de sabiduría para quienes vienen detrás.
Quizá ya no tengamos la piel tersa ni las fuerzas de los veinte, pero tenemos algo infinitamente más valioso:
🕊️ experiencia, compasión y un testimonio vivo de la fidelidad de Dios.

Hoy quiero animarte —sí, a ti, mujer que lees esto— a que no escondas tus años, ni tus historias.
Porque nuestras cicatrices también sanan a otras.
Nuestras palabras sinceras pueden ser guía para hijas, sobrinas, amigas jóvenes que están navegando sus propios mares.
No te guardes lo que el tiempo te enseñó.
Dios puede usarlo para sembrar esperanza en otra vida. 🌿
Un consejo para todas nosotras:
Habla con ternura a tu yo más joven…
…y no dejes de hablar con ternura a las jóvenes que te rodean hoy.
📖 «Ella abre su boca con sabiduría,
Y la enseñanza de la bondad está en su lengua.»
(Proverbios 31:26)

¿Y tú?
¿Qué le dirías hoy a tu “yo” de hace 10 años?
¿A quién podrías compartir esa palabra de aliento esta semana?
Déjalo en los comentarios, escríbelo en una nota… o díselo a alguien que lo necesita.
🌸 Nunca sabes lo que Dios puede hacer con una palabra dicha a tiempo.
