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El trabajo invisible de cada semana (y la mujer que lo sostiene sin aplausos)

¿Alguna vez has sentido que has hecho mil cosas… pero al final del día no sabes explicar qué hiciste exactamente?

Bienvenida al club de las mujeres que sostienen el mundo (y a veces la paciencia) sin reconocimiento oficial.
Nosotras, las que organizamos la vida en silencio. Las que llevamos listas mentales infinitas. Las que trabajamos dentro y/o fuera de casa y aún así pensamos en si queda papel higiénico.

Porque cada semana… esto pasa:

  • Se cambia la ropa de temporada (aunque implique una batalla campal con los armarios).
  • Se organiza la agenda de médicos, deberes, cumpleaños y reuniones.
  • Se recuerda que el niño tiene excursión y que no puede llevar frutos secos.
  • Se decide el menú. Se improvisa. Se cambia. Se vuelve a improvisar.
  • Se lava, se seca, se plancha (o se evita planchar con sabiduría).
  • Se pelean manchas imposibles con técnicas casi de laboratorio.
  • Se discuten los deberes, se calma al adolescente, se acompaña al mayor y se abraza al pequeño.
  • Se revisa la mochila, se arregla una cremallera rota, se limpia la suela llena de chicle.
  • Se trabaja fuera de casa, cumpliendo horarios, entregas, correos y sonrisas educadas.
  • Se escucha, se aconseja, se contiene emocionalmente a toda la familia (y a veces a compañeras de trabajo).
  • Y por si fuera poco… se intenta ser persona.

Y aunque todo esto a veces parezca poco… no lo es.


¿Por qué lo hacemos?

No porque tengamos superpoderes (aunque a veces lo parezca), sino porque fuimos creadas con una capacidad impresionante de amar, de cuidar, de crear ambiente, de dar vida, de sostener lo cotidiano con ternura y dignidad.

Esto no significa que debamos hacerlo todo solas ni que sea justo que se dé por sentado. Pero también es cierto: cuando actuamos desde el amor, con propósito, algo se enciende en nosotras.

Y aunque muchas veces nadie lo note…

Dios sí lo ve. Y Él valora lo que los demás pasan por alto.

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.”
– Colosenses 3:23

Dios ve tu trabajo invisible. Ve tu fidelidad diaria. Tu creatividad al resolver problemas, tu paciencia infinita al acompañar procesos, tu entrega silenciosa.
Él no necesita que te aplaudan para bendecirte.

Y en esa verdad… descansamos.


Así que si hoy nadie te dijo “gracias”… nosotras lo hacemos.
Gracias por sostener tanto.
Gracias por amar con acciones.
Gracias por ser real.
Dios lo ve. Y eso basta.

Equipo Dulce Fragancia

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